jueves, abril 06, 2006

(encontré tu voz en mis cajones)

En el primero:

Pilas, cables, mecheros, tarjetas de visita, listados de teléfonos, calendarios viejos, agendas sin estrenar de tres años sucesivos, polvo, cerillas, velas, manuales, garantías caducadas, postales de gente que no conozco desde lugares a los que nunca fui, mi foto con un año, mi foto con treinta, mi foto pegatina con cabezas felices en una estación allá en Valencia, una carta de amor, cerveza y lluvia, el teléfono de iker, el teléfono de jorge, el teléfono de meri, el teléfono de mis padres, el teléfono de eri, el teléfono de tariq, el de gonzalo, el de salva torres, el de carlos, el de xell, el de mi hermano, el de no recuerdo quien porque firmaba J. E., el de sonia, todos en su correspondiente papel, pequeño cortado y arrugado, mi letra apresurada o su letra apresurada o raramente la impresión en la tarjeta o incluso corta y pega de un email y es curioso todo aquello, todo ahí dentro sin que nadie se acuerde de, todo salvado y olvidado en mi desorden para, bueno, de repente, así volver.

En el segundo:

un billetero desastroso contiene la funda original de mi permiso de conducir que contiene calendarios del 2000. Fotos. Fotos mías tamaño carnet. Distinto fotomatón, distinto grado de espanto, distinta inclinación de la cabeza, la mirada y el cabello. Distinto color de piel, de alma incluso. Servilletas de papel, pañuelos de papel, vasos de plástico, platos de plástico, platos de plástico, cubiertos de plástico, todo a estrenar (para mi alivio). Piedras claras, piedras oscuras, cuadradas, redondas, rugosas, lisas, porosas, angulosas, huelen a mi, no sé de quien son, quiero decir, no se si las traje o las trajo, no sé si las encontré yo mismo o las buscaron para mí. Sé que una es patagónica, se que alguna es de Canarias, sé que los adoquines son ambos de Berlín (aunque no contemporáneos). Hay billetes de tren. El que me trajo a Barcelona, catorce de junio, 2002, dormía en esta casa nada más diez días después. Billetes verdes de euskotren, billetes blancos del metro romano, billetes de Berlín, entradas para discotecas en capitales extranjeras, descuentos para una gasolinera ya cerrada, instrucciones para el montaje de un estante que tiré. Las postales de Tariq, las canciones de Tariq.

En el tercero:

Mi vademecum de bolsillo, las chuletas de las guardias, como pautar un gllucosado, como pautar una insulina, como pautar el gluconato, como tratar las infecciones, códigos diagnósticos, política de antibióticos, protocolo de triaje, certificados de asistencia, veinte créditos, diplomas raros y sin valor, un fonendo al que le falta una oliva, el libreto de un cd de johnny thunders, tres velas de regalo, unas gafas de sol de propaganda, un dinosaurio, un sello, un recetario de pensionista, ni heroe ni insecto, días felices, medias vacas, plastilina, monteros, comida china y subfusiles, un punto de libro de Estambul, las cajas de parches que robé para María, los comprimidos de nicotina que robé sólo por gusto, el cenicero más feo del país, fluoxetina (muestra gratuita), un martillo de exploraciones, desenrosco en el mango y saco el cepillo, desenrosco la otra punta y saco la aguja, me busco los reflejos, no los encuentro, me pincho, me cepillo, todavia conservo cierta propiocepción, en el cd suena greenday.

He tirado manuales y garantias.

He leído los billetes, he mirado las fotos, he leído la carta, he sonreído. He deseado cerveza fría y lluvia tibia. He deseado que lo vieras, he venido a escribirlo.

Voy a vivir sin manuales. Sin garantías.

Entre billetes para nada, teléfonos antiguos, piedras raras, mucha cerveza, mucha lluvia, mucho amor, mucho desorden.

1 comentario:

el erizo césar dijo...

ya te digo, solo me valen las que no representan a nada, son una imagen aislada y ya está. ni son un perro ni son una cara ni son una pipa. como material de recuerdo... bah... lo que no recuerde sin foto es que no vale la pena.