martes, mayo 16, 2006

el imperio está desnudo (sueño nº7)

En el sueño la vida cotidiana se sostenía en la nada. El cielo, la tierra, los árboles, los edificios, el asfalto, los vehículos, las avenidas, las cárceles, los aviones y las tiendas no eran nada y los seres de este mundo parecían ignorarlo. Desplazándose en la nada, el espacio puro en mi cabeza, repetían obstinados todos los gestos cotidianos. Levantarse, desperezarse, bostezar, prepararse el café, comerse las tostadas, ducharse, vestirse, tomar el autobús, bajar al parking, subirse al ascensor, dirigir el tráfico, transportar a los enfermos, viajar en helicóptero, cargar armas de fuego, dispararse unos a otros, todo sucedía en un planeta imaginario, suspendidos en un mundo invisible, desnudos y transparentes, frágiles como el ensueño. Se sentaban en una mesa imaginaria, comían para nada, trabajaban para nada, amaban para nada, mataban para nada, nacían para nada. Preso de una gran angustia me sentía despertar, y justo entonces, con gran alivio, me vi entre ellos. Una más de las figuras espectrales que esperaban que cambiaran los semáforos, que tomaban autobuses, que se rascaban la cabeza con cierto aire distraído.

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