miércoles, junio 14, 2006
y una frase de carver en el corcho
Se cubrió el rostro con las manos, conteniendo la risa, o el llanto, o lo que quiera que fuera lo que le agarraba la garganta. Contuvo la respiración, dos o tres segundos. Cerró los ojos. Permaneció así hasta estar seguro de que la puerta se cerraba, el ascensor bajaba cuatro pisos, la puerta de la calle se abría, un coche silencioso se perdía en el domingo soleado. En adelante, tratará de no pensar.
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