sábado, diciembre 16, 2006

el mar de Balenciaga

Sentado en el tren el reflejo del los pasajeros se mezcla con las imágenes de lluvia. Luces temblorosas mientras intentas leer. Tienes calor, te cuesta concentrarte. Tanto fijar tus pensamientos como mantenerte a la deriva. Las temperaturas han bajado y los termómetros dimiten.

Morir es fácil ahora, decía Esenin. Lo difícil es crear. aparecer como un fenómeno de feria en un programa de domingo por la tarde, aparecer como un destello en ese limbo suspendido en dos tristezas (la tristeza por algo que se acaba, la tristeza por algo que seguro va a empezar). Cantar. Caer a pies de otro, como una manzana. Temer a Dios y los espíritus del pantano.

Fruta más que madura que te espera bajo el árbol.

Música calmada y mañanas lluviosas. El valor de las cosas en sí mismas. Los espejos, los cohetes, los trazos, las palabras. Morir es fácil ahora. Lo difícil es crear. Recuperar el alma tranquila de los primeros trazos. Aquella alegría de la cual nacían. Que nacía de ellos.

Aquella noche, mientras se adentraba en en la oscuridad más absoluta, Clement fue descabalgado por una mano monstruosa. Aturdido como estaba, peleó. Sometió a su contrincante. Lo mantuvo sujeto contra el suelo durante las horas de la noche, sin atreverse a cerrar los ojos hasta que llegara el alba. Por la mañana supo que había luchado contra un sauce.

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