Blanco Mojoncito
(a un profesor norteamericano en la universidad de Tulane, Nueva Orleans)
Blanco mojoncito,
quisieras ser guerrillero, pero cómo renunciar a
los productos Shaklee, a la loción después del baño,
a la nevera bien surtida ni (oh, de nunguna manera)
a la lectura del New York Times que tan puntualmente
llega a tu puerta.
Blanco mojoncito,
te arroban los desfiles militares y las marchas multitudinarias,
pero tu pie opta por el confrotable
Addidas y no por la bota rusa, y tu culo no cambiará
jamás (a pesar de su férrea ideología) el suave
papel sanitario por las cuatro hojas del Granma,
cuya tinta (dicho sea de paso) te dilataría las
hemorroides
Blanco mojoncito,
admiras las vastas plantaciones colectivas (¿koljós
o granjas del pueblo?) donde los jóvenes ya no tienen
que pensar ni soñar, pero permaneces acá en
tu espaciosa habitación refrigerada, armoniosamente
invadida por plantas ornamentales que se
detienen junto a la biblioteca bien surtida donde
un afiche, EL FUTURO PERTENECE AL COMUNISMO,
domina el conjunto.
Blanco mojoncito,
ligeramente bronceado, consistente y pulcro,
comedido y escultórico, residuo casi final de una
dieta rica en proteínas y carreritas en short por
todo el parque, por mucho Baron Dandy o Air
Freshener ("shake well before each use") que
esparzas en tu impecable apartamento nada podrá
impedir que tu olor te condene.
Blanco mojoncito,
para ti todo marchará admirablemente mientras
esa teoría que defiendes y tan bien te alimenta
(¡Me dicen que ya tienes hasta el tenore professor!)
no se te aplique en la práctica, matándote de
hambre.
(Reynaldo Arenas, Nueva York, 1984)
miércoles, noviembre 28, 2007
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