domingo, mayo 21, 2006

feeling just fine

Sábado por la tarde atravesar la Ronda Sant Antoni, tráfico intenso, terrazas atestadas, policía, trapicheros, paseantes, muchas putas, algunas muy rubias, algunas muy jóvenes, algunas muy guapas, algunas muy viejas, hastiadas, devastadas, todas con esa mirada particular, esa mirada terrible, la violencia en las más jóvenes, esa arrogante violencia de la puta feroz, de la hembra hermosa que pasó apenas los veinte, esa mirada violenta que yo trato de imitar y no consigo, y las más viejas apartadas, no necesitan exhibirse, no necesitan afirmar, sólo sentadas en un banco cigarro en mano mirando de soslayo con sus carnes deslustradas y ese rostro de secreto, ese secreto que todo el mundo conoce y que nadie se atrevería a decir en alto, a desvelar, a confesarse, a rozar siquiera; y en esa corriente acompasar el paseo, un hombre solo a media tarde se preguntará cuantas le entran, porque no puede ser casual, no puede ser casual porque no entran a todo, porque las putas también eligen y uno supone una especie de sabiduría intuitiva, de afinidad no declarada, de oscura conexión, así pues el paseo se convierte en una suerte de test, de experimento, de comprobación, aunque resulte indescifrable, porque nadie sabe lo que mide, qué significado tendrá que le entren cuantas y le entren cuales, qué resultado es previsible, qué resultado es deseable. A mí me ha entrado una. Tímidamente. Joven y hermosa. Le sonreí. Pasé de largo. No quiero saber qué significa.

No hay comentarios: