martes, diciembre 18, 2007

un couscous pour jean marie

Ciudad colérica, mundo de castores, presas que detienen tu fulgor y despojos en el tráfico. Tu Señor en el volante. Conversaciones negligentes, desiguales.

Ciudad colérica, cerveza que se consume en los despachos de inocentes funcionarios. La vida no era sol. Las tierras tampoco. Los castores levantaban presas de botellas y neumáticos.

Avisad a la policía. Las cobras, corazón, jamás masticaron despacio.

Ciudad colérica y rocanrol engalanado, muros de incendio y castores que construyen una nueva irrealidad. Viven tus dedos de su sombra. Soles personalizados: rostro de tus seres superiores. Saludas por la ventana. El cielo se extingue. Los castores ensamblan mecanos de galaxias.

Ciudad colérica y cadáveres mal afeitados. La muerte llega pronto y tarde. Como el final de cualquier fiesta. Dedos amputados adentrándose en las feas cavidades. El placer es suyo. Animales subacuáticos edificando sus promesas. Productos de limpieza. Cercos en el parquet por la mañana. Sol funcionarial en la resaca. Cercos en el cielo, salón, constelaciones, pH neutro.

Cucharas en el espacio. Cercos que se cierran sobre cuerpos mal usados. Castores en la ropa. Rocanrol mal engrasado. Presa de las Tres Gargantas. Gargantas del silencio. Gargantas del dolor. Gargantillas de cuentas de miedo. Socavones alemanes precisos como la peste.

Si los días fueran muerte tus cabezas cercenadas. Castores levantarían presas y ojos abiertos.

Finales abruptos.

Cielos de nada.

Renos emboscados.

Asesinos de alegría.

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