martes, agosto 19, 2008

Todos llevamos el nombre de un santo, de un hombre que no tenía nada. Es el nombre que nos dieron los padres. El nombre que no puedes pronunciar.

¿qué dirías de ti misma?
Duras.

Escribir un libro o no, es cuestión de tiempo, es un hecho aleatorio. Las palabras están allí y acuden a su cita. No sabemos nada, no somos nada. Sin embargo sucede, sólo (sospecho) a quienes no lo buscan, a quienes no lo desean, a quienes saben cobijar el secreto y agrandarlo, guarecerse en él.

Me lo dice una mujer sentada en un apartamento de Paris. Pudo estar muerta cuando llegué hasta ella, pero hablaba. No puedo jurar que sonría la gente que la conoció, que la recuerde, que sepa de ella. Miro al mar y no existo, el mar nos borra en palabras de otros, el paso de los días es lo único que tantos entienden, pero no es suficiente.

Sólo espero llegar al final de mis días tan seguro de Duras como hoy, cuando siendo sólo un párvulo sonrío y sucede. Sin más. Hay ropa tendida y afuera llueve. Vivir es tan sencillo como dejarse ser entre los días, dejarse morir. No saber nada, no ser nada, no querer, no perder, no esperar, no desesperar, no tener más don que la existencia, más virtud que estar aquí.

¿qué has hecho Duras?
escribir ¿y tú?
Yo no hago. Sólo sucedo.

Vivir para quien, para qué, para cuando. Nadie sabe. Pero no hay que arrojarse a la muerte sin más. Sólo dice eso.

Es necesario alguien a quien dirigir las palabras, cuando menos, a quien dirigir la vida, el amor. Es necesario un lector o un amante. Una voz. Duras. Yann. Dos voces en un apartamento de París. Noviembre de 1994. La mujer que me habla está viva, los párvulos la recuerdan y los vivos se sonríen, hablan de ella.

Marguerite es el nombre de un santo. El nombre de alguien que no tenía nada. El que le dieron sus padres. Es difícil pronunciar los nombres de la gente. Es tarea de años. En una cara no cabe cualquier nombre, en alguien a quien amas no cabe ninguno, en alguien que se está muriendo no lo sé. No sé que nombre dar a alguien que se está muriendo.

La Británica miente. Los prólogos mienten. Los periódicos mienten. Las hemerotecas están repletas de inexactitudes. M. Duras es alguien a quien echar de menos, no es nada, es alguien que encontró las palabras, el ritmo de las palabras, el ritmo del pensamiento. Es así de fácil, sencillez. Dejarse no ser, desde que has visto el mar.

La Británica dice: Marguerite Donnadieu. Ese es el nombre del santo, y el apellido del padre. Duras se nombró a sí misma, nombre de pueblo cercano. La enciclopedia habla de cine, novelas, guiones, de nouvelle roman, Élouard, Sagan, Hiroshima mon amour. Indochina. París. Un marido fugitivo de Buchenwald, la resistencia, el comunismo, la palabra, el poder de la palabra. De 1942 a 1995. Siempre escribir. Eso es todo, su último escrito.

¿Quien es Yann? ¿cuál es su nombre de santo?
Yann Andréa Steiner. A menudo no recuerdo su nombre. Sólo su cara.
Ven a su cara, Yann.

Duras no habla de nada, se deja llevar por las palabras que otros le traen al papel. ¿Y Yann? ¿Es un nombre deseado?

Cada día se vuelve más guapo.

El amor nos abandona. Así los hombres, nuestras propias fuerzas, cuando el viento se retira y no deja nada. Tus palabras en un libro, piedras en la presa. Tous les garçons et les filles de mon age han sido hermosos hasta la muerte. "C´est tout": el último libro, un día cualquiera, asombrosamente dulce y concreto. Directo como un beso, como una bala, limpio de vanidad y de aire. Mujer discreta de oriente, asombra tanta vida después de tanto tiempo, un amor por estrenar de tan vivirlo. Ochenta años de vida y cuantos de muerte y la voz, madame Duras, es la palabra justa sobre el objetivo justo. Tuve que decirlo, y tuvo que ser más largo, porque yo, embrutecido europeo de pies a cabeza, catástrofe norte-sur, hombre del este en un occidente de macdonalds, no tengo labios para ti. No quedan sonrisas para los muertos. Sólo seis pies bajo palabras sin voz.

Sólo soy vanidad y persecución del viento.

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