lunes, octubre 16, 2006

confidential cat (don't bring your guns to town, son)

(en el nombre del padre, del hijo, y del Pal de Paller...)

Poco antes de las elecciones generales, el líder mundial entrante aprendía en directo la diferencia entre progresividad y regresividad. Casi al mismo tiempo, el líder mundial saliente se refería al presidente de los EEUU como “she is my friend”. En España estallaban los trenes y la derecha se volvía loca buscando a un moro con txapela.
Mientras, en un villorrio de la Galia, el Pal de Paller saliente se quejaba con amargura de que el pis era pal moro (sin txapela) y su esposa compungida, lloraba tras las elecciones porque el Pacte del Tinell había sido “llegar a casa y encontrarte los armarios reventados”.
En esas estábamos cuando el Pal de Paller entrante, en compañía del Mesías de Perpinyà, comenzaba su desigual singladura en las tierras catalanas. Dalí ya dijo que Perpinyà era el centro del mundo, así que no culpemos a Carod de su mesiánica torpeza. Y puestos a hablar de torpes corramos un tupido velo sobre las fotografías del Mesías y el Pal de Paller entrante jugando con los símbolos religiosos nada menos que en Jerusalén (¿les suena Jerusalén? Dios es misericordioso y no les permitió comer embutido en la mezquita, o dibujar una portería en el Muro de las Lamentaciones. Aprieta, pero no ahoga.) Mientras tanto, en el bellotal, la administración entrante (triste y partida, como rezaba un viejo chiste) se veía paralizada por la falta de recursos (económicos, humanos e intelectuales. Léase, no hay dinero, los cargos medios son mediocres y escasea la inteligencia). El Pal de Paller saliente y su progenie, habían lanzado la consigna: que no quedi un duro! Empleados los presupuestos del año saliente y del año entrante, congelados los recursos ya adquiridos (ordenadores, mobiliario, etc.) en sus almacenes a la espera de una completa auditoria (Pal de Paller entrante quiso comptes clars, para pillar de marrón a los culitos convergentes), aquello era un pantano donde nadie se decidía a nada. Cambiamos los nombres de las consellerias. Porque el nom si fa la cosa como el hábito hace al monje. Invertimos en papelería y serigrafiados. Carteles, tarjetas, sillones. Los viejos cargos no fueron defenestrados, había espacio para todos y al fin y al cabo mañana por mí. Acumulación de primos y cuñados. Nuevos trepillas buscandose la vida en un erial. Trabajadores con contratos precarios y poco legales que eran despedidos sin mediar razón días antes del traspaso (no nos pille Pal de Paller entrante con estos becarios ilegales)... en fin, la algarabía propia de cualquier país moderno encarado a la feliz alternancia democrática. Años después, equilibristas y trapecistas buscan todavía la manera de sacar esto adelante, pero el plazo se nos agota, las elecciones vuelven aquí y ya no es hora de hacer ruido. Así ahora, tres años después del primer gran terremoto de la era moderna, las consignas se repiten. Los decretos se apresuran, las palabras potencialmente incómodas son eliminadas de cualquier disposición. Las órdenes salen cojuelas, algo absurdas, reducidas en algún caso a sus detalles accesorios (porque la palabra central nos daba yuyu) pero ya no es tiempo de discusiones. Todo había de estar listo para septiembre. ¿Todo? Todo. Algunos creímos escuchar en los pasillos de palacio aquella voz tronante que pregonaba “no deixeu ni un duro! no deixeu ni un duro!!” y mientras los consellers apuraban su abundante desayuno, todos los cargos altos bajos y medios se apresuraban a dar buen uso del presupuesto de 2006, no vaya a ser que vuelvan los convergentes y luego no sabremos qué hacer.
Me dicen mis amigos de por ahí que este es un villorrio moderno, con clase, donde vivimos alejados de los ibéricos torrentes de caspa. Yo lo pongo en duda. Me siento en la plaza del pueblo. Veo un alcalde convertido en ministro porque su partido no sabe ya qué hacer para mantenerse en la alcaldía. Paseo por las calles comerciales y me siguen oliendo a rebotiga, a senyor Esteve, a misa de ocho. Me siento en un bar con mis colegas y repaso la actualidad de la comarca. Al levantarme el culo me apesta a opus dei y mamoneo. Se acercan otras elecciones y sigo sin saber de qué morir, porque esto no es un referendum. Y el NO es la posición de los erizos.
Votar NO en las elecciones. No a la OTAN, no al Opus Dei, no a Fernando Alonso, no a Perejil, no a Mas, Carod o ZP.
Angustiado y revenido me paseo por el kiosko. Vomitivos titulares. La prensa, la política: el arte de la evasión. Inventando problemas insignificantes para despreocuparnos de lo que realmente nos aterra. O debería.
El arte de la evasión. Ilusionismo sociológico, trilerismo de oro de ley.
La vivienda y mil problemas sin solución, qué vas a hacerle. La riqueza inunda Europa de una manera indecente y no hay dinero para cuidar a tus abuelos. Cuando el capital (disculpenme por demodé) descubrió a la chusma blanca, (tan buen esclavo como los negros), Africa perdió la mitad de sus encantos. Así nos reprodujeron, nos llevaron a la ciudad, nos dieron educación y buenas costumbres. La burguesía librepensadora pudo serlo sin menoscabo de sus cuentas, y el comunismo,amigos, resultó complicado.

Sólo me queda apostillar, parafraseando a un sabio:

“que cojan su puto pais y se lo metan por el culo, a ver si les estalla dentro y les quedan los huevos colgaos del campanario.”

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