martes, mayo 09, 2006

god was drunk when he made me

Hoy alguien me habló de alguien que habló de alguien que hablaba del wrong eyed Jesus. Y recordé un documental alucinado que no se si vi o soñé o medio vi medio inventé para explicarme la intensidad de lo irreal que me explicaba tan bien los rincones más malditos del infierno que he llenado de licor y telarañas. Recuerdo o creo que recuerdo, la diferencia no está clara ni tiene mucho valor, un Jim White metido en un auto dorado o que yo vuelvo dorado con un cristo de escayola o un santo o una virgen pero digamos que es un cristo, digamos que yo quiero que sea un cristo, un verdadero wrong eyed jesus, un interlocutor mudo y sobrenatural que le responde cuando hablas, cuando gritas, cuando apareces entre el vapor de madrugada y con esa cara, tú la conoces, tú me la has visto, empiezas a desgranar el ruido de fondo que las mañanas y las tardes y las cenas de empresa y las tardes relajadas con tus amigos o tu pareja y las horas en el trabajo y todo lo que podríamos de alguna manera denominar hecho social ha logrado disfrazar, como el jesús de la escayola, y que se esconde aún en tus ojos. Ese miedo. Ese miedo primigenio. Ese terror lovecraftiano, ese volver a medianoche y desear un vaso de agua y llamar y llamar y llamarlo en vano. Recuerdo que su viaje al Sur profundo, su itinerario musical, esa odisea a través de pantanos que recuerdan a un desierto y desiertos que no son sino pantanos, me atrapó completamente. Me atrapó por el cabello primero y después por la garganta y más tarde atravesó mi garganta y avanzó tripas adentro y recuerdo que aquellos amplios paisajes no hicieron más que acentuar la asfixia, esa asfixia del reconocimiento, esa asfixia primitiva de atravesar el canal del parto, atravesarlo una vez y otra vez y otra y otra en cada pequeño ritual inciático. Y me atraparon las historias, los rostros, las poblaciones, las canciones. Esas canciones mitad suicidio mitad desidia, testimonios de un asesinato cotidiano, de un triunfo cotidiano, de un triunfo agónico y feroz, pero ligero. Esas canciones mitad del hombre mitad del diablo, con un dios omnipresente, como el espejismo de un desfiladero que nos angustie en el océano. Esas canciones que me llevaron adentro mío, garganta adentro, tripas adentro, hasta el antro del licor, hasta los vastos espacios desiertos, hasta los bosques que en realidad son eriales, hasta los eriales desde donde, en realidad, tal vez deba crecer y crecer en nuevos bosques. Esas canciones que busqué al día siguiente, o al minuto siguiente, para repetir el embrujo o el milagro. Ese milagro que no repetí. Esa sensación que me han devuelto hoy por la tarde con un correo. Recuerdo un viejo minero asegurando mi abuelo, mi abuelo, mi abuelo si era un virtuoso con el banjo, hasta que un barreno le dejó sin manos, y recuerdo una pareja cantando sobre un suelo de madera, una canción lenta y desganada, una canción de parálisis que no me atrevería a jurar que hablara del viento frío o del viento de la pradera o de la nieve o de cualquier otra cosa, reucerdo esa pareja y esa canción y esa mirada acuosa y esa sensación de poder pararme en ese instante, de pensar joder, joder, joder, con un poco más de cercanía quedarás paralizado para siempre, física, emocional, intelectualmente. Y recuerdo por fin esa otra imagen que repito, no sé si medio vista, medio inventada del buen Jim White y su auto dorado y polvoriento dejando en la autopista a su cristo de escayola, como buen viajero resignado a seguir solo, resignado a seguir esperando que algún viajante o algún granjero o algún aburrido contrabandista se detenga y le acerque hasta la próxima estación. Esa imagen que ya digo, me ha devuelto al estado inicial, buscando a mi wrong eyed Jesus.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaría poder hablar de forma ortosilábica. Que cada una de las sílabas se cruce, varias palabras más tarde, con otra que le sea ortogonal y eufónicamente contraria, como aquello de tónica-subdominante dominante tónica. Pero no se puede. Es imposible.

Y lo otro es el desierto. Toda la culpa la tiene desde el principio la imperfección, eso es lo que nos dicen desde pequeños. Yo pienso que no, aunque da lo mismo.

Lo que sí es seguro es que, tarde o temprano todo el mundo corre alaridando por el desierto, alejandose de los demás reflejos.

Mr Towers dijo...

Documental demencial. Dualitat, deien? dios o diablo.